miércoles, 3 de noviembre de 2010

La precarización del empleo público y el clientelismo ilustrado






El post de un reconocido blogger en http://todosgronchos.blogspot.com/2010/11/paso-villazon.html me instó a retomar mi abandonado blog.

Desde ya que a diferencia de mi compañero blogger; encararemos el asunto con la ligereza que caracteriza este espacio, preso de la tiranía del tiempo y también, debo reconocerlo, de la desidia de la que mi condición de argentino, no me permite renegar.

Por último sigo abriendo el paraguas para decir que lo que van a leer a continuación no pretende ser una idea original ni deslumbrante sino más bien mi punto de vista sobre un tema probablemente ya rumiado por otros.

Aclarado lo anterior paso al tema que me interesa tratar: “La precarización del empleo público”.

Sabido es, que hoy por hoy el Estado es el mayor empleador “en negro” de la Argentina. También es de público y notorio conocimiento que la plantilla de empleados estatales ha crecido vertiginosa y escandalosamente desde el 2003 en adelante (http://visualinversiones.com.ar/2010/01/el-empleo-publico-crecio-mas-del-40-en-los-ultimos-siete-anos-clarin-lu-1801/) por citar un ejemplo de los muchos que existen.

Independientemente de que este proceder pasa por alto leyes fundamentales de la eficiencia económica como lo es la de “rendimientos decrecientes” (http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_los_rendimientos_decrecientes). Mi planteo pasa por dilucidar si este aumento de la cantidad de empleados y sobre todo de la legión de monotributistas que mes a mes facturan sus “sueldos” (las comillas van porque un sueldo no debería facturarse) al Estado obedece simplemente a liberar a este último de las pesadas cargas sociales que el blanqueo de estos “empleados” implicaría (Una vez más comillas por el eufemismo. Si se factura no se es empleado). O si más bien, lo que se busca es precarizar el empleo público de manera tal de tener clientes cautivos del puntero de turno que les halla conseguido “el puestito”.

En mi humilde opinión, la cosa es clara: para echar a un empleado público legítimamente contratado, en blanco etc. tenés que disfrazarte de odalisca y judicializar el asunto hasta la Corte de La Haya. Todo esto provisto que: el tipo no resulte convicto por sodomizar y asesinar a su superior jerárquico en cuyo caso; previo pago de una jugosa indemnización y el otorgamiento de una pensión vitalicia, el empleado podría llegar a ser desafectado.

En el caso de los monotributistas contratados por períodos determinados, es discrecional para quien contrata renovar o no el contrato y por ende dejar sin trabajo a uno de estos esforzados proletarios.

¿Cuál de los dos será más fácil de arrear a un acto público? Bien, adivinaste. Ojo no sos Einstein.

No se me escapa que este análisis prescinde de la presión que se ejerce sobre los empleados estatales regularmente contratados a través de los sindicatos pero ese es otro tema. Ahí la política trata con el sindicato pero no directamente con el trabajador.

En síntesis creo que el famoso “contratito en el ANSES, en el PAMI, en la Municipalidad o donde sea que se tenga un contacto” es al ñoqui que tiene secundario completo lo que el chori, el vino o, en el mejor de los casos, un bolsón de comida, un electrodoméstico o colchón es al pobre tipo que siendo justamente víctima de este pobrerismo perverso nunca tuvo acceso a la primaria.

He dicho.

*la imágen fue tomada de huincanoalineados.blogspot.com